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ENFERMA DE AMOR
Alguna vez oí que cuando te enamoras es como si te enfermaras, y cuando te llega esa enfermedad harás lo que sea por esa persona. En mi caso fue tal mi enfermedad que no me importó perder mi propia alma, incluso lo haría de nuevo.
A todo esto te preguntarás qué pasó ¿verdad? Ahora que espero a Mathers en esta habitación tan fría y oscura, te contare lo que me ocurrió. Mi nombre es Laura y tenía 17 años, podría decirse que era una chica normal. Tenía un novio, Mario, el chico más dulce que he conocido en mi vida. Teníamos un año de noviazgo, estábamos tan unidos, siempre juntos en la prepa, nos encantaba compartirnos todo. Casi diario hablábamos por teléfono y nos decíamos todo. Cuando menos me di cuenta, me había enamorado de él, pero cuando pasamos al siguiente semestre y nos toco en grupos diferentes.
De repente todo cambió, el dejó de estar tiempo conmigo, las llamadas eran muy pocas, me dejó de buscar. Preocupada por el distanciamiento tan fuerte, lo fui a buscar a su salón. Era su hora de Historia, me asomé por la puerta y, cuando lo vi, sentí algo tan feo… estaba platicando con Marisol, y lo peor era que se veía tan feliz. Sabía que eso no era malo, pero estaba tan desesperada por ver esa expresión tan feliz en su rostro que a lo único que atiné fue a correr.
Llegué a uno de los laboratorios de Química, las luces estaban apagadas, saqué de mi mochila mi laptop, me senté en un rincón para tratar de distraerme y checar mi Facebook, pero no pude. Me puse a llorar y, sin querer, tecleé algo. La pantalla se puso en un sitio web muy extraño: "conjuros y magia para el amor". Leí muy detenida hasta que encontré un hechizo: “atadura de amor”. ¿Ya sabes de qué se trata, verdad? ¡Era tan perfecto!, así Mario solo estaría enamorado de mí y ni Marisol me lo quitaría. Sin más, conseguí todos los materiales y esa misma noche hice el ritual.
Mi habitación en penumbras quedó y sólo velas rojas la iluminaban. Dibujé un pentagrama en el suelo y en medio me encontraba yo, dije las palabras “mágicas”. En ese instante sentí un escalofrío en mi cuerpo, y mi oído escuchó el susurro de una voz entre cortada que me dijo: “Éste pacto que has hecho se realizará, pero tu alma en condena conmigo siempre estará”, volteé y a mis espaldas estaba una chica con un vestido rojo lleno de sangre, su rostro estaba entre cortado y sus labios carcomidos, su cabello estaba quemado y se reía como una loca de manicomio. Me dio tanto miedo que me volvió a hablar: “¿Segura?”. En ese instante pensé solo en Mario, y como veía a Marisol con esos ojos que solo me deberían de ver a mí. Cerré los ojos y con la cabeza agachada le dije: “sí...”. Todo volvió a la normalidad, e incluso diría que tal vez solo fue un sueño. Después de ese día, Mario volvió a ser el mismo conmigo e incluso mejor. Me trataba como a una princesa y yo me sentía como una quinceañera realizada.
Hasta que llego el día del cobro, iba saliendo de Álgebra, como siempre, era la última y sin darme cuenta la escuela estaba bacía. Se me hizo raro, pero no le di importancia. De repente unos lamentos de mujeres se oían, gemían de dolor y lloraban. Las paredes sangraron y en ellas se escribían la palabra “amor” en tantos idiomas. Cayeron del techo como si llovieran, corazones humanos colgaban de él. Me dio un terror tan inmenso que corrí, y al fondo del corredor, la misma chica con la que realicé el pacto sostenía un cuchillo muy grueso, se reía como maniática y cantaba “Lalarala, 1, 2, 3,7, una chica más enamorada para condenar. 1, 2, 3, 7, lalarala”, sur dietes se oian como rechinaban como una sierra ,corrí tanto como pude y en las escaleras la dejé de ver, pero cuando volteé hacia atrás, su horrible rostro apareció “1, 2, 3, 7, una enferma de amor…solo muerta tu alma me pertenecerá, 1, 2, 3, 7…”. Me empujó y fui rodando por las escaleras. Vi que solo fue una ilusión y lo hizo para tener mi alma. Lo último que vi fue a Mario corriendo hacia mí… y esa fue mi historia. Morí y aparecí en este cuarto. Ahora Mathers me torturará por toda la eternidad.
Se oyen unos pasos a lo lejos, se abre la puerta y es Mathers, con un cuchillo en la mano izquierda y en la derecha un hacha. El cuarto se ilumina tenuemente por velas en ese instante, y las paredes con frases de amor escritas se ven. Mathers solo ríe y canta, solo canta. Laura queda petrificada del miedo por ver tantos corazones y manos humanas en el suelo. En eso se cierra la puerta y se oye un grito tan agudo y lleno de dolor: el grito de una chica enferma de amor.
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